Fluyen el verso y la rima del atril de versadores, ilustrados trovadores, poetisas de alta estima. Benedetti el venerado; Dedicando al honorado Bellos poemas de amor. ¡Todo un honor!
Con armonía versamos En la senda del poeta, Percibiendo su silueta Sin saberlo nos cruzamos; En la gala que previno, ¡El capricho del destino! En la fiesta sin confeti De Benedetti.
Arrastrando la hojarasca De las guerras infundadas Duras como la carrasca
El mundo está en luna llena Se ven fuegos militares Magnates con avatares Infringiendo cruel condena.
Siento en mi pesar la pena Viendo la absurda injusticia; Los blindados, en cadena, Del dictador que envenena Y al ciudadano desquicia.
Por qué de tanta malicia, Tanto rencor, y tanta ira, Y dónde está la justicia Que castigue esa mentira Que venden como delicia La democracia que expira.
Hay muchas guerras abiertas, Muchos seres desplazados. Millones de refugiados. Millones de almas hambrientas, Hay miles de mutilados Acampados sin cubiertas; otros al desierto atados.
Reyes y grandes fortunas, Países y mandatarios, Peores que los cosarios Esquilmando a las colonias; Les venden sus parsimonias Con discursos arbitrarios; Disfrazados de vicarios Vendiendo sus ceremonias.
¡Ay señores de la guerra! ¡Ay poderosos crupieres! Apiádense de los seres A los que su puño aterra, Personas cuya inocencia Son cáncer en la conciencia, De quienes su condición De dioses, cuya ambición, Imponen como docencia.
Y a modo de conclusión Una décima guerrera, Con sangre en la carretera Con hambruna y sinrazón; Que condena al inocente y enriquece a poderosos, Para sus vicios lujosos, Alimento de serpientes, De un ego que insuficiente, Alimenta a estos tramposos.
En las guerras siempre pierden los mismos.
¿Por qué?
La sangre salpica, antes los titulares que las conciencias de todos los que debiera; Déspota, tirano y opresor sin frontera Que a tanta gente margina, mata o destierra.